Bombardeos del colectivo poético Casagrande: ganar espacio a la muerte

La Casa de la Moneda en Santiago de Chile fue bombardeada el 11 de septiembre de 1973 por las fuerzas golpistas y se inauguró una de las etapas más oscuras del país austral con una represión que costó la vida, la desaparición, la tortura y el exilio de miles de personas. Como una gran herida abierta, todavía reverberando en la memoria colectiva esas imágenes del aplastamiento de la esperanza.


El Palacio Presidencial había sido convertido por los militares en un sitio poblado de angustia.



Bombardeo de la Casa de la Moneda, 1973


Casi tres décadas más tarde, la noche del 23 de marzo de 2001, el colectivo poético chileno Casagrande llevaba a cabo una acción poetico-sanadora: bombardeaba la casa de la moneda de Santiago de Chile, pero esta vez, con miles de poemas desde un helicóptero. El objetivo era sanar, reparar en los éteres el terrible registro con poesía. Esta acción fue la primera de una serie de bombardeos poéticos en lugares del planeta que han sufrido intensos y traumáticos bombardeos.
Así comenzaron sus “bombardeos poéticos” Dubrovnik (Croacia)en 2002, Guernika en 2004, más adelante Nagasaki, Dresden...
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Realizar una acción poética de esta magnitud no ha sido tarea fácil para sus impulsores, quienes debieron conseguir innumerables permisos legales, ayudas y sortear no pocas trabas en el camino.

Me emociona mucho la tarea de estos tres chilenos, su empeño en acercar la palabra allí donde ésta fue dañada o sustituída directamente por la elocuencia del horror, curar esos centros de dolor abierto.

De una semilla a veces de tamaño imperceptible puede surgir un gran árbol. Ciertos acontecimientos son como inundaciones acuosas, invaden el mundo y muy pronto se asa desvanecen sin merecer ser consignados en la historia. Otros, casi confidenciales, caen como una gota de aceite en un sitio preciso, al parecer limitado y a partir de ahí se expanden lentamente, adquiriendo más y más importancia, hasta marcar un nuevo derrotero al mundo.

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Poemas en Dubrovnik, Croacia, 2002


No todo es tristeza, no todo es llanto ni todo muerte.

Homenaje a Salvador Allende
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Un poema de Cartografía de lo blando

Atlas de anatomía femenina de Bailliere.

Los ovarios

Suspendidos en la pelvis,
dos frutos custodian las semillas
con la luz opalina
de sus yemas.
Arca de los nacimientos,
almácigos con todas las edades a cuestas,
resistiendo en la penumbra
la extenuación de las fuentes
con el hálito de la sangre
y la sola determinación
de su seda.

La luna alza sus racimos en la tierra
hundiendo en el vientre de cada mujer
sus esquejes,
orbita el sueño de la materia, el mandato
de nacer y morir
desovando veintiocho soles muertos.

La humanidad estiba todo su polen:
los por nacer,
los que nunca asomaron,
en dos barcas blandas
diminutas como almendras.

Laura Giordani, de Cartografía de lo blando.



Lectura de Juan Carlos Mestre en la facultad de filología de la universidad de Valencia

Lectura del poeta Juan Carlos Mestre el próximo Miércoles 11 de Marzo a las 19:00 hs para el Aula de Poesía. En la sala de juntas de la Facultad de filología
Avenida Blasco Ibáñez, 32.
Ciudad de Valencia.
Entrada libre.


Presentación a cargo del poeta Antonio Méndez Rubio.



Elogio de la palabra

Esta palabra no ha sido pronunciada contra los dioses, esta palabra y la sombra de esta palabra han sido pronunciadas ante el vacío, para una multitud que no existe.
Cuando la muerte acabe, la raíz de esta palabra y la hoja de esta palabra arderán en un bosque que otro fuego consume.
Lo que fue amado como cuerpo, lo escrito en la docilidad del árbol único, será consolación en un paisaje lejano.
Como la inmóvil mirada del pájaro ante la ballesta, así la palabra y la sombra de esa palabra aguardan su permanencia más allá de la revelación de la muerte.
Sólo el aire, únicamente lo que del aire al aire mismo trasmitimos como testamento de lo nombrado, permanecerá de nosotros.
La luz, la materia de esta palabra y el ruido de la sombra de esta palabra.
Juan Carlos Mestre

Juan Carlos Mestre

Libélula

Yo tenía una libélula en el corazón como otros tienen una patria
a la que adulan con la semilla de los ojos. Verdaderamente las especies
de la verdad son cosas difíciles de creer,
extraños seres petrificados en la ternura como benignos nódulos
en la perfección de los huesos. En aquel tiempo
yo tenía el sueño de una libélula entre los juncos del corazón.
Cansadas como paraguas cerrados recogía las maderas auditivas
de un mar inexistente y con ellas construía algo parecido a una casa.
En aquellos días algo parecido a una casa eran las conversaciones,
palabras relacionadas con la pestaña premonitoria, gatos en los cerezos.
Yo desconocía los vínculos y toda oscuridad era para mí un obsequio,
un rumor de la eternidad que se prestaba como cuerpo desnudo a mi
mano.
No era la boca del amor la que respiraba ese óxido, sino la imaginación
del amor como un sastre con pantalones verdes el día de la felicidad.
Verdaderamente las especies de la verdad son cosas difíciles de creer,
la ilusión del hombre es una luz que llega desde lo desconocido
mas no es él el dueño de esa invención sino el ruido de un rumor
prestado,
la cámara del que guarda su placer en ella.
Yo tenía la costura de una libélula en el corazón
pero las hojas cerebrales hacían crecer mis manos hacia dentro
en busca de una palanca con la que desalojar la piedra del miedo.
Sin esfuerzo comencé a llorar al revés, a confundir los sentidos
que guían la gota gramática hacia una lengua extranjera.
Antes que me tomaran por un extraño ya que yo no era el dueño de esa
invención
me alejé del optimismo de ser entendido por más de dos
y comencé a oír mis propias palabras como martillazos retumbando en un
espacio vacío.
Era como si el tiempo hubiera dejado de durar,
era como si todas las obras imaginadas por un ciego se derritiesen al
tacto,
como si la langosta hubiera descendido sobre los campos del espíritu.
Yo solo tenía una libélula en el corazón como otros son hermanos del
vértigo
y llevan la aorta de las constelaciones acogida en sus sienes.
Está bien, las especies de la verdad son cosas difíciles de creer,
es probable que la invisibilidad y estos hechos
solo guarden relación con una libélula.

Grabado de Juan Carlos

Juan Carlos Mestre, poeta y artista visual, nace en l957 en Villafranca del Bierzo (León).

Ha publicado, entre otros, los libros Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo, Premio Adonáis en l985; La poesía ha caído en desgracia (Editorial Visor), Premio Jaime Gil de Biedma 1992, y La tumba de Keats, que editado por Hiperión y escrito durante su estancia en Italia como becario de la Academia de España en Roma, obtuvo el Premio Jaén 1999, año en el que se le concede una Mención de Honor en el Premio Nacional de Grabado de la Calcografía Nacional, semejante distinción que obtiene en la VII Bienal Internacional de Grabado de Orense en el 2002. El pasado año vio la luz su poemario La Casa Roja (Editorial Calambur)

Ha expuesto su obra gráfica y pictórica en numerosas galerías de España, Europa y América.

Página del autor:

http://www.juancarlosmestre.com/

Juan Carlos Mestre, Gonzálo Rojas y Antonio Gamoneda

Literatura y comunicación: decir lo indecible. Un ensayo de Arturo Borra en La Torre del Virrey

Lección de vuelo-Fotografía de Parkeharrison


Del último número (06) de la revista de estudios culturales La Torre del Virrey, este ensayo de Arturo Borra: Comunicación y Literatura.



Dejo algunos extractos del mismo, el texto completo en:
http://www.latorredelvirrey.es/pdf/06/arturo.borra.pdf



Enlace a la revista:
http://www.latorredelvirrey.es/

La torre del virrey- Nº 6


Si literatura es lo que unos portavoces—autorizados por unas comunidades específicas seleccionan de la madejade textos existentes en una cultura dada, ¿qué ocurre con aquellos
textos que no son convalidados por esos portavoces?

Quizás fue el dadaísmo uno de los movimientos artísticos que mejor mostró cómo un mismo objeto en contextos diferentes puede hacer cambiar su valor simbólico: pasar de una condición no-artística a una artística o a la inversa.

La literatura, testimoniante de una experiencia de extranjería, de los dramas de la individuación, es permanente “borrador de inconsciente”, que se transpone en la forma de texto.

La comunicación literaria pone en juego la oscuridad de toda comunicación o, si se prefiere,
muestra la imposibilidad radical de un discurso transparente y neutro que expresaría la realidad a secas.

En cualquier caso, nunca estamos suficientemente solos para escribir, tal como decía Kafka. Hay que despejar el eterno malentendido de que la soledad del escritor es deseo de no tener un destinatario (por más difusos que sean sus contornos)




Arturo Borra, Buenos Aires 2007

Nacido en 1972 en Argentina.
Licenciado en Comunicación Social (UNER). Tras más de una década participando en la investigación y la docencia universitarias en Argentina, se desplazó a España.
Es coautor de las antologías poéticas «Aldaba» (España,2003), «Cuadernos Caudales de poesía» (España, 2007) y «Los centros de la calle» (Germanía, España, 2008).
Entre los poemarios cabe mencionar «La vigilia del deseo», «Soles harapientos», «Genealogía de las cercas», «El temblor de los signos», «Cielo partido», «La sombra del mediodía», «Umbrales del naufragio» y «Esplendores vulnerados».
En el género de prosa poética, ha escrito «Anotaciones en el margen» y también es autor del libro de cuentos «La reinvención del mundo»